INSTITUCION / Identidad / Celebrar la lucha cotidiana - Historia del Indio ranquel - Calle Arbolito en Azul - Industria - Quienes somos - Cuál es nuestro objetivo - Cooperativa UST - Osvaldo Bayer "Poesías, vindicadores y ajos" - Saberes necesarios para la práctica educativa de Paulo Freire - Dirección de proyectos y docentes a cargo

 
 

QUIENES SOMOS

Quienes conformamos la Cooperativa Encuentro de Educadores Populares somos docentes, profesionales y educadores populares que como trabajadores de la educación autogestionados reivindicamos nuestra clase y por ellos nos sentimos orgullosos de ser parte de la CTA y de la organización sindical que nos nuclea ANTA.

CUAL ES NUESTRO OBJETIVO

El objetivo es contribuir a la construcción de una vida digna para todos los trabajadores, buscando recuperar y reconocer las capacidades de trabajo de todos, promoviendo prácticas solidarias y relaciones de cooperación que permitan acrecentar el poder y la capacidad de decisión colectiva de un proyecto que se extiende a todos los ámbitos de la vida social (educación, política, económica, movimientos sociales, cultura)
De esta forma, la autogestión no se limita a una forma de organizar el trabajo; también remite a una forma de vincularse con otros trabajadores y con la comunidad. Pensar la solidaridad y la cooperación en diversas escalas permite identificar niveles de ayuda mutual para plantear estrategias políticas y socioeconómicas que promuevan mecanismos redistributivos efectivos y democratizadores de los recursos económicos existentes.

La Cooperativa Encuentro de Educadores Populares nace a partir de una iniciativa de los trabajadores de la Cooperativa Unión Solidaria de Trabajadores UST.
Desde allí se construyó la propuesta y se cedió el espacio para su funcionamiento.
Con ellos, la Red de Asistencia Técnica de CTA y otros trabajadores autogestionados construimos ANTA (Asociación Nacional de Trabajadores Autogestionados)
Desde donde peleamos por políticas públicas, económicas y socials que contribuyan al desarrollo de las experiencias autogestionadas para una major calidad de vida de la clase trabajadora.

Poesías, vindicadores y ajos

Por Osvaldo Bayer

 

Los tira y afloja del presente pasarán sin pena ni gloria como en el pasado. Pero donde hubo ética y responsabilidad humana, eso queda a través del tiempo. Me han tocado unos días de comprobación y de alegría al ver que los principios siguen vigentes a pesar de desapariciones, picanas, fabulaciones mediáticas, Ratzingers, Vargas Llosas y Grondonas (los dos). Etc. Etc. Por los siglos de los siglos, pero no tanto. Sí, estos últimos días asistí a hechos que tal vez nunca me los hubiera imaginado diez años antes. Por ejemplo, en Mendoza inauguramos en la Radio Libertador el salón de conferencias con el nombre de Paco Urondo, el poeta, el luchador, que prefirió la muerte antes de que lo “desaparecieran”. Un luchador, que si se hubiera portado bien, habría tenido los privilegios de un intelectual borgeano o sabatino. Pero no, él no habría vivido tranquilo en una sociedad con niños bajo el nivel de nutrición, juventud sin trabajo y familias sin techo o revolviendo basura. De Mendoza fui a Luján, donde hablé en el salón Dardo Dorronsoro, el poeta y herrero –¡qué dos oficios!– desaparecido en los años del oprobio argentino. Dardo Dorronsoro, el que escribió: “Yo he visto chicos grises como la tierra comiendo tierra. Yo los he visto ahí, con sus andrajos y su mugre, reptando, y los he tocado, acariciado su piel y convertido en ángeles, en mariposas, en viento de setiembre”. Y que se definió así poco antes de ser “desaparecido” por los militares argentinos: “Soy un poeta que ama a los que no tienen amor ni pan, a los que se van sin haber llegado, a los que a veces sonríen, a los que a veces sueñan, a los que a veces les crece un fusil en las manos y salen a morir por la vida. En suma: he sido, soy y seré un poeta revolucionario. Sobre mi tumba verán florecer un puño”.
Y justo en el salón Dardo Dorronsoro de la Universidad presentamos el libro Hermano, Paco Urondo, escrito por su hermana, Beatriz Urondo, y su sobrino nieto Germán Amato. En ese libro está todo Paco: sus versos, sus fotos, su espíritu que va creciendo página a página. Recuerdo su muerte. En la biblioteca del Instituto Iberoamericano de Berlín, durante el exilio, recibimos la noticia. Llegó ese día Manuel Puig, el escritor que escribía de la misma forma como habría plantado flores y begonias. Manuel Puig, que al enterarse de la triste nueva lloró prolongadamente sobre mi hombro.

 
 
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