A partir de 1919 distintos diputados comenzaron a presentar proyectos de ley para establecer el voto femenino obligatorio. Pero todos éstos proyectos chocaban constantemente contra los mismos prejuicios, que colocaban a la mujer en una situación de reiterada sospecha con respecto a su capacidad y madurez para hacer uso de ese derecho que la oligarquía consideraba privilegio del hombre.

Las raíces del feminismo brotaron en el último cuarto del siglo XIX, cuando los escritos femeninos se cruzaron con el trabajo de la mujer en la industria para debilitar la presunción aceptada de que las limitaciones que la ley y la costumbre imponían al sexo femenino eran necesarias para conservar la integridad de familia y sociedad. Las mujeres urbanas comenzaron a publicar lo que pensaban.

La larga lucha que las mujeres entablaron, desde el siglo XIX, por ser aceptadas y reconocidas como trabajadoras y las diferencias de cualificación entre el trabajo masculino y femenino, que se observa en la desigualdad de salarios incide también en la valoración simbólica del género. La construcción social de la mujer como madre y ama de casa afectó de modo directo el campo laboral.