El verdadero sombrero nació en el siglo XIV y adquirió gran popularidad en toda Europa, aunque sus formas variaron de un país a otro. El traje renacentista halló en el sombrero su complemento más suntuoso; los materiales preferidos fueron el terciopelo o el paño, adornados con plumas, cintas y piedras preciosas; mientras tanto, el pueblo seguía llevando capucha y después adoptó un sombrero de forma redonda. Al imponerse la moda de la peluca en el siglo XVII, el sombrero se hizo muy ancho y se adornó con encajes y plumas de forma semejante en los caballeros y en las damas. Durante casi todo el siglo XVIII predominó el tricornio, esto es, un sombrero con el ala plegada alrededor de la cabeza, de modo que formara tres puntas. La Revolución francesa hizo renacer la moda de los sombreros sencillos, parecidos a cofias o birretes y adornados con escarapelas. El sombrero femenino del siglo XIX sirvió a una moda ostentosa y se diferenció claramente del masculino, mucho más sobrio. Para los hombres un sombrerero londinense creó el sombrero de copa o chistera, que actualmente sigue siendo el clásico de ceremonia; una variante del sombrero de copa fue el Clac (ya en desuso), montado sobre muelles y que se podía plegar y aplanar.A Finales del siglo XIX y principios del XX estuvieron de moda el bombín y el sombrero de paja

Lo primero que utilizó nuestro gaucho para su trabajo fue una simple vincha con la que sujetaba sus cabellos, luego cubrió la frente con un pañuelo que se anudaba en la parte posterior de la cabeza y, cuando podía, agregaba un sombrero de copa alta y ala escasa. En el noroeste fue común el sombrero llamado ovejón de ala ancha en la zona andina, en tanto que en el área del monte prefirió el de cuero. En las últimas décadas del siglo XIX, nuestro país, ligado económicamente a Inglaterra, adoptó el aspecto general de su indumentaria con la clásica galera, infaltable en cualquier reunión que se consideraba de “etiqueta”. Sin embargo, fueron las mujeres las que sobresalían por sus capelinas grandes y pomposas que se mantuvieron hasta la década del veinte, cuando se simplificó hasta transformarse en un casquete que se colocaba hasta la altura de los ojos. En tanto, los hombres aceptaron los ranchos o canotié hasta que lentamente fueron desplazados por el sombrero de fieltro o paño en la década de los 50, época en que fueron usados sin distinción de clases. Hubo modelos que hicieron furor de acuerdo con los años: el chambergo gardeliano, el bombín o pavita como el que usaba Yrigoyen, Charles Chaplin o Churchil; el canotié o rancho de uso corriente; el sombrero de paño de alas anchas preferido por Alfredo Palacio, Leopoldo Lugones y nuestro gaucho del chaco; el fresco y liviano Panamá, que une su nombre a

la construcción del Canal aunque no se fabricaba allí, sino en Colombia. En el mundo de la moda femenina el sombrero aún mantiene su vigencia y, a diferencia del hombre, ellas suelen animarse a más.

El sombrero es utilizado desde hace más de dos siglos principalmente para ocasiones especiales, aunque ya ha cambiado su uso para protección. Los sombreros pueden ser fabricados con una gran variedad de materiales, incluyendo lana, piel, fieltro, cuero y paja.

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