"Por ahí suena feo que yo lo diga, pero me considero un artista. Vuelco el arte al trabajo y a un producto final. Estamos en un momento donde hay una dinámica permanente y nos adaptamos a los cambios. Los cambios también se dan en la moda. De manera que la persona tenía tiempo de aclimatarse a ese cambio. Hoy el cambio es permanente; entonces, el rol del diseñador es volcar esos cambios en productos de la vida cotidiana".

mantuvo vendiéndoselas a las prostitutas, que era un grupo de gente que veía en esos productos un bien de uso. Como todo emprendedor, Ricky tuvo su golpe de suerte. En los 80`las tendencias de la moda transitaron un cambio. Las modelos más famosas de la época comenzaban a opinar abiertamente sobre moda y, no sólo aparecieron en televisión, sino que les empezaron a comprar zapatos y a mostrarlos en sus programas. En esta etapa, se inicia el camino mediático de este empresario de la moda, el cual fue extendiendose cada vez más hasta convertirse en lo que es actualmente: el más creativo diseñador de zapatos en la Argentina.

“Lo mio es fabricar objetos de deseo”

Ricky Sarkany es uno de los diseñadores de zapatos más reconocido de la Argentina. Su aporte a la historia de la moda no fué desapercibido por nadie. Su padre llegó desde Hungría en 1950, escapando de la miseria provocada por la Segunda Guerra Mundial, primero, y del comunismo, después. Su hitoria es muy particular ya que al ser inmigrante trajo desde sus raíces nuevas formas de ver la moda del calzado. Era escultor, pintor, diseñador y se volcó a hacer lo que sabía, que era diseñar calzados. En ese momento era más sencillo entrar al mercado y con unos cueros que consiguió y unas hormas, hizo unas muestras para venderles a las zapaterías. Pero lo que había diseñado era una muestra de botas para mujer. Cuando la presentó, todo el mundo decía que estaba loco, que las botas eran para los militares, no para las damas. Y así fue, no vendió ni una sola bota. Luego, siguiendo con su filosofía innovadora y de cabeza dura, preparó una colección de sandalias con un taco muy finito, altísimo, con un forro rosa Dior y unas tiritas muy finitas. En esa época, las mujeres no mostraban los dedos de los pies. Tampoco se las vendió a nadie, porque los comer- ciantes no estaban preparados para comercializar eso, ni las clientas para comprarlos. Entonces se cansó y tuvo que alinearse con lo que se vendía: un zapato liso con un taquito simple. De todas formas, las botas y sandalias sirvieron de algo, ya que se

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