EN ARGENTINA

y de acuerdo a los datos oficiales, trabajan 1.500.000 de chicos. Los datos oficiales de 2006 dicen que del total de la población infantil, el 49,5 % son pobres y el 20,3 son indigentes.
El 20 de noviembre se cumplió un nuevo aniversario de la Declaración de los Derechos del Niño, una buena oportunidad, para saldarla.



En la Nación rige la ley 26.061 que está en línea con el espíritu de la Convención sobre los Derechos del Niño, que es la norma madre en materia de protección de los derechos de la niñez.
De acuerdo a la primera encuesta nacional sobre niños y niñas que trabajan, los menores de 14 ganan 22 pesos mensuales como promedio.


Los de hasta 17, cobran 97. El 25 % de los adolescentes que trabajan abandonó la escuela. En las zonas rurales, ese porcentaje sube a 62. Las cifras surgen de un estudio de Unicef a partir de una encuesta realizada por el Ministerio de Trabajo de la Nación.


 EL FUTURO.

Más allá de los números, esta es una realidad latente y nadie puede negar su existencia. Y en caso de que así fuera ¿qué pensamos que hace el chico que limpia el vidrio del auto en horario de clases; o el que junta los cartones y revuelve la basura depositada en la vereda? En Entre Ríos todos vemos esta realidad y todos aseguramos que los niños son el futuro.


Así como en la órbita del Ministerio de Trabajo de la Nación se creó la Conaeti, a nivel provincial existen las Comisiones Provinciales para la Prevención y Erradicación del Trabajo Infantil (Copreti) que en Entre Ríos preside el director de Trabajo, Carlos Balla.



Para el médico pediatra Roberto Ariel, el flagelo del trabajo infantil tiene más de un enfoque. Y, dice que
“un chico que trabaje, es mucho”.

Ariel, que preside la Asociación de Pediatría Filial Río Paraná, observa este tema como una consecuencia de múltiples factores y sugiere abordarlo desde la necesidad de lograr una prevención “social, política, educativa y cultural”. También asegura que no le preocupa la inmediatez de una nueva reunión con los legisladores o una ley, sino el ”no ser indiferentes a esto”.


“Un chico, te tiene que doler. Ver un solo chico trabajando en vez de estar en la escuela, es mucho y te tiene que doler”, dice y desecha de plano las estadísticas, porque “pueden ser mentirosas”.

El jefe de Pediatría del Hospital San Roque de Paraná advierte también sobre las nuevas patologías que aparecen acompañando las tareas que hacen los chicos. Como ejemplo, la cantidad de niños intoxicados que ingresan a un nosocomio producto de los agroquímicos que se usan en el campo.

Ariel no se entusiasma con grandes metas, pero va a la esencia de las cosas. Como los chicos. Dice que el problema de la marginalidad, en algunos casos, no es la imposibilidad de acceder a la computadora, sino a un plato de comida.

"Será cuestión de preguntarnos en qué futuro estamos pensando"