Testimonio de DELIA BARRERA Y FERRANDO

Brindado a la Comisión Nacional de Desaparición de Personas (1984)

El día viernes 5 de agosto de 1977 al regresar a mi domicilio  a las 20.15 hs., al entrar en el edificio de la parte de atrás del ascensor salen tres hombres que me llaman por mi nombre, me tiran detrás del ascensor, me colocan una venda en los ojos y me atan las manos. Uno de ellos me pone un cuchillo o navaja en el cuello y me dicen que me quede tranquila que la cosa no era conmigo que estaban esperando a otra persona. Así me sacan del edificio y me suben a un coche tipo ambulancia de color blanco con puertas en la parte trasera del mismo y con ventanillas cubiertas por cortinas. De los tres hombres uno estaba con uniforme compuesto por camisa y pantalón azul de fajina y botas altas negras (uniforme perteneciente a la Policía Federal), los otros dos estaban vestidos de civil, con camisas de colores, fuera del pantalón y gorros de lana.

 

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Allí hace 25 años, un 5 de agosto de 1977, mi com-
pañero, Hugo Alberto Scutari y yo, pasa-mos a formar parte de ese submundo de terror. Estuve 92 días, mi compañero nunca volvió.


Allí yo vivía con mi compañero Hugo Alberto Scutari desde mayo de ese mismo año.
Después de un tiempo que calculó no fue mayor de media hora, llegamos a un lugar, donde se entraba por un portón, después de recorrer una calle de empedrado, era un garaje grande, donde estacionaron me bajaron y me llevaron a una oficina donde había un escritorio con un teléfono (todo esto pude espiarlo por debajo de la venda) y un hombre sentado, que me preguntó si tenía cosas de valor, lo único que tenía era mi sueldo que había cobrado ese día, una alianza de plata, un reloj y una cruz de plata, este hombre le dijo al guardia que estaba al lado mío que le había traído una crota.
En esa oficina me dijeron que a partir de ese momento debía responder al número H-26, no decir mas mi nombre. Me cambiaron las vendas de los ojos por un tabique de tela azul tipo antifaz con un elástico atrás.

Soy trasladada a un lugar denominado leonera era una habitación con piso de cemento, dividida por boxes, paredes de mas o menos 1 metro de altura, me tiran al piso, en ese momento no había nadie, al rato siento que entra gente, yo estaba llorando y escucho la voz de Hugo, mi esposo, que me pide que me quede tranquila que el estaba ahí. El fue secuestrado el mismo día a las 17.15 en la vía pública, en la zona de Primera Junta (Capital Federal) en un operativo en el que intervinieron alrededor de cinco hombres.
Después traen a mi esposo (Hugo Alberto Scutari) me hacen hablar, el me reconoce y dice "sí, es mi señora, pero no le hagan nada". Se lo llevan y uno de ellos empieza a pegarme con una goma o cachiporra, diciendo que me cuidara la cabeza, yo me cubría y el golpe iba al estómago, cuando me decía que me cuidara el estómago me pegaba en la cabeza.

Dentro del campo había un guardia al que le decían El Gran Fhurer. Era normal escuchar grabaciones de discursos de Hitler durante toda la noche y cuando éramos torturados nos hacían gritar Heil Hitler. A un compañero judío lo hacían hacer de perro, que ladrara, le lamiera las botas al guardia y respondiera a sus órdenes.

El lunes 8 de agosto, por la tarde somos sacadas las mujeres de la leonera y llevada al baño para bañarnos. El baño era un lugar amplio, las duchas eran caños en el techo con agujeros, al costado estaban los baños tipo letrinas en un total de cuatro, sin puertas, enfrente de ellos había una especie de estantes de donde sacaban la ropa para cambiarnos, justo al lado de las duchas había un tacho de basura gris con la inscripción en letras negras de Policía Federal además de un número.

Después de bañarnos volvimos a la leonera entra un guardia me agarra del brazo y me lleva a un salón me coloca en el centro y alrededor mío siento un grupo de gente, el guardia les da la orden que empiecen a golpearme, los golpes fueron más fuertes, en las costillas, la espalda, yo me caí al suelo y allí me patearon, me quedaba sin aire y como yo se los advertía, me seguían pateando en las costillas. Después me agarraron de los pelos y me llevaron arrastrando hasta otro sector que le decían quirófanos, me sacaron los grillos, me dijeron que me desnudara y que me subiera a la mesa que estaba allí, me ataron los brazo y me abrieron las piernas que también me ataron. Empezaron a torturarme con picana eléctrica, en todo el cuerpo. No puedo calcular el tiempo que duró la tortura, que para mí fue una eternidad.

Como estaba muy golpeada y dolorida, me llevaron a la enfermería, donde me revisa un guardia apodado Dr. K que me dice que tenía fisuradas las costillas pero que no podían vendarme por que podía suicidarme con las vendas.
Este interrogatorio duró toda la noche, a cada rato iban y nos sacaban de la leonera para hacernos nuevas preguntas, ya sin uso de la picana ni de golpes. Ellos me amenazaban diciéndome que Hugo ya había cantado todo que iba a salir en libertad y que yo por no cantar me iba a quedar adentro.
En la leonera estuvimos alrededor de 15 días. Era terrorífico escuchar continuamente los gritos de los compañeros que eran torturados y esto no cesaba nunca, era continuo de día y de noche. Las celdas eran chicas con dos camastros uno arriba de otro de cemento, con un colchoncito fino de gomapluma y una manta, las puertas eran de metal con una mirilla con agujeritos, en el piso había un frasco de lavandina vacío con el pico recortado, donde debíamos orinar. Durante el tiempo que estuvimos juntos en la celda el trato fue un poco mejor, pero siempre se seguía sintiendo la llegada de más gente y las torturas.
Hugo y yo estuvimos juntos en la celda 19 hasta el 13 de septiembre, fecha en que es llevadoa otra celda, sin decirnos porqué desde ese momento el único contacto que teníamos era comunicarnos tosiendo.

En varios oportunidades fui sacada de la celda por el Coronel que era el responsable del lugar (Comisario Antonio Benito Fioravanti) el conversaba conmigo de distintos temas y fue quien me dijo que Hugo había sido trasladado a una Granja de Recuperación donde se encontraba bien y trabajando. El 4 de noviembre me sacan de la celda y me llevan a un interrogatorio con un guardia al que apodaban Zapatilla Negra El Violador me pregunto cuanto tiempo hacía que estaba yo le dije 92 días, pues llevaba la cuenta marcando rayas en la pared de mi celda con la cuchara con la que comíamos, el dijo que quería darme información de donde estaba mi esposo pero que no tenían nada sobre el, que seguramente se había escapado o se había ido del país, cosa que yo le refuté pues ellos mismos lo habían trasladado. El me informó que esa noche iba a salir en libertad, les pidió a los guardias que me dieran ropa (yo estaba con un camisón) y que me prepararan.

Alrededor de las 20 hs me sacan de la celda y me llevan al sector enfrente de la leonera y por un aparato siento que dicen que suban a la H-26, subo las escaleras del brazo de Zapatilla Negra, me llevan a un coche donde me hacen tirar en el piso, me tapan con una frazada y me trasladan a una cuadra del domicilio de mi madre, no sin antes prevenirme que no cuente nada que me olvide de todo y empiece una nueva vida, de lo contrario volverían a buscarme y esta vez no saldría.

"Hace 25 años solo podía verlo espiando por debajo del tabique. Quise caminar y no pude, vi los pozos y me fui; no quise ver más. Una sensación de miedo y dolor se fue apoderando de mí, miedo porque muy rápido las imágenes de lo que pasamos adentro recorrieron mi cuerpo y mi mente y dolor porque allí dentro quedaron compañeros con los que compartí muchos momentos: quedó parte de mi vida, que hasta hoy no pude recuperar"

DELIA BARRERA Y FERRANDO
Sobreviviente del CCD "Club Atlético"
Miembro de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos


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