En el mundial 78, la euforia de un país futbolero y el logro de la selección compartieron la escena con una dictadura despiadada. La legitimidad del título y la pertinencia de la celebración siguen, a veinte años, en tela de juicio. Aquí, los claroscuros de aquella historia, en la voz de sus protagonistas.

"Duele saber que fuimos un elemento de distracción para el pueblo mientras se cometían atrocidades." Osvaldo Ardiles habla desde Japón, donde dirige al equipo Shimizu S-Pulse. Su lejanía parece agrandar aún mas la distancia de aquel Mundial 78, cuyo vigésimo aniversario se cumplió hace unos meses.

La conquista, histórica, jamás podrá ser evocada, sin embargo, en tono de fiesta completa. Pocos lo saben, pero a la misma hora en que Alemania y Polonia habrían la Copa en la cancha de River, Ronnie Hellstrom, arquero de la selección sueca, se convertía en el único jugador del Mundial que prefería estar frente a la Casa Rosada, acompañando la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, que ya entonces reclamaban por sus hijos. "Decidí hacerlo –dice hoy Hellstrom- porque era una obligación que tenía con mi conciencia". La vuelta olímpica del Mundial 78 –la Copa más polémica de la FIFA- marcó sin dudas un hito consagratorio en la historia del fútbol argentino. Pero en pleno Mundial, a diez cuadras de la cancha de River, epicentro de la fiesta, funcionaba la ESMA, el mayor centro de torturas de la dictadura. Aquella siniestra combinación de goles y desaparecidos llevó a que el Mundial 78 fuera siempre comparado con los Juegos Olímpicos de 1936. Estos últimos transcurrieron en la Alemania nazi de Hitler. El Mundial 78, en cambio, se jugó en la Argentina de Videla. Y su marchita de tono militar no admitía indiferentes. "Veinticinco millones de argentinos –decía la canción oficial- jugaremos el Mundial"

"A distancia –señala hoy Ardiles- está claro que fuimos utilizados como propaganda por parte de los militares. Pero también hay que aclarar que nosotros, los jugadores y el cuerpo técnico que integremos aquella Selección, fuimos víctimas de esa manipulación de nuestro trabajo, o de los frutos del mismo. Hoy duele ver eso, pero también –sigue Ardiles- puede decirse que quizá servimos como bálsamo para mucha gente oprimida que pudo volver a salir a la calle envuelta en banderas argentinas. Sabíamos que lo nuestro no tenía nada que ver con lo que estaban haciendo los militares, algo que prácticamente desconocíamos. Pero de alguna manera, a los que medianamente teníamos cierta conciencia de quiénes se trataba, nos hacía sentir mal."César Menotti sí sabía de qué se trataba. "Yo tengo una buena formación política. No soy un boludo al que se lo puede engañar fácilmente. Conozco muy bien que históricamente las Fuerzas Armadas argentinas son el grupo armado de la oligarquía desde cuando mataban a los indios. Siempre fueron el grupo armado del poder económico." El técnico de aquella selección, si embargo, señala hoy que no tiene ninguna autocrítica que hacerse por su rol en el 78.