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Sí, y así siguió la semana con la memoria que va creciendo día a día. En la Biblioteca Nacional presentamos el libro de Eudeba Biblioclastas, sobre la destrucción del libro, editoriales y bibliotecas populares durante la dictadura de la infamia de Videla, Massera, Agosti... En el acto leí el escrito del almirante Massera, donde la estupidez y la soberbia se igualan en dimensiones inimaginables de prepotencia e ignorancia. Textual, escritas para el diario La Opinión de los militares, el 26.11.77: “Hacia fines del siglo XIX, Marx publicó tres tomos de El Capital y puso en duda la intangibilidad de la propiedad privada. A principios del siglo XX, es atacada la sagrada esfera íntima del ser humano por Freud, en su libro La interpretación de los sueños y como si fuera poco, para problematizar el sistema de los valores positivos de la sociedad, Einstein, en 1905, hace conocer la Teoría de la Relatividad, donde pone en crisis la estructura estática y muerta de la materia”. Es decir, contra Marx, Freud y Einstein, “Dios, Patria y Hogar”, lema bajo el cual se quemaron los libros. El nuevo libro de Eudeba finaliza con la obra teatral Biblioclastas de Jorge Gómez y María Victoria Ramos, genial diálogo entre
dos quemadores de libros oficiales. La maldad, la estupidez, la ignorancia, en su forma más realista. Mientras se queman libros se grita el gol del seleccionado. Argentina, Argentina.
Pero las fantasías de la realidad me regalaron otro momento que guardé en lo más profundo de mi conciencia viva. La Cooperativa Unión Solidaria de Trabajadores, que lleva a cabo planes que corresponden a la recepción y la transferencia de disposición de residuos sólidos urbanos de Capital y conurbano, al mantenimiento de áreas verdes y parquización, y al mantenimiento de caminos internos y trabajos de relleno sanitario, está haciendo realidad un Proyecto Pedagógico Institucional, que incluye el Bachillerato Popular Arbolito, con títulos oficiales. Ese es el primer paso, luego la cooperativa organizará escuelas de formación técnica, talleres de capacitación de trabajadores de todos los sectores de acuerdo con las distintas ramas de productividad, y servicios y asesorías técnicas a trabajadores autogestionados. Ese es el futuro. Una república que se vaya democratizando cada vez más mediante cooperativas de trabajo igualitario y propia responsabilidad. Todos para uno y uno para todos. Y justamente ellos eligieron para su colegio de bachillerato el bello nombre de Arbolito, el joven ranquel que en 1827 hizo justicia contra el militar europeo genocida coronel Federico Rauch, que venía a cumplir el contrato firmado con Rivadavia para “exterminar a los indios ranqueles”, por supuesto, pago con buen sueldo de mercenario. Esto me da una profunda alegría porque yo, en 1963, di una conferencia en la ciudad bonaerense de Coronel Rauch donde pedí que esa población votara para cambiar el nombre del genocida Coronel Rauch por el hermoso nombre del joven ranquel que puso fin a la vida de ese mercenario jugándose entero. Arbolito se llamaba... Por esa propuesta sufrí 63 días de prisión ya que el ministro del Interior de la dictadura militar que volteó a Frondizi era el general Juan Enrique Rauch, bisnieto directo del coronel genocida. Nunca se cambió el nombre a esa ciudad. Los habitantes y los políticos miraron para otro lado. “Hay que mirar para adelante”, el lema de todos los que tienen que esconder algo. Y ahora, mi júbilo: una cooperativa de educación para trabajadores se llama Arbolito y una orquesta de rock plena de sangre joven lleva también el nombre del vindicador de esas enormes pampas.
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